Negociar con Dios

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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 11, 1-13 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: del libro del Génesis 18, 20-32 En aquellos días, el Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.» Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?» El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.» Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?» Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.» Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.» Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.» Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?» Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.» Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?» Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.» Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?» Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.» Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo de Hoy: Sal 138(137),1-2a.2bc y 3. 6-7.8 (R.cf. 3a) Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste. Segunda Lectura: de la carta del apóstol San Pablo a los Colosenses 2, 12-14 Hermanos: Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en él, perdonándoos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 11, 1-13 Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: «Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”» Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» Palabra del Señor. Gloria a ti Señor.

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES ¡Negociar con Dios! Nos enseña el evangelio que “entre las grandes disposiciones del discípulo de Jesús está como primera actitud hacerse prójimo de todos los demás”, según nos dice el capítulo 10 de san Lucas. “Pero aprender también a sentarnos a los pies de Jesús para escuchar su Palabra como María de Betania, y ahora aprender a orar con insistencia”, como nos presentará el evangelio de este día. Pero antes de pasar al evangelio, escuchemos el Libro del Génesis en el capítulo 18, cuando nos dice: “Que el Señor Dios escuchando los pecados y las faltas graves de las ciudades de Sodoma y Gomorra, toma la decisión de destruir estas ciudades pecadoras y pervertidas”. Habrá, sin embargo, en un modelo de profundo hombre en oración, negocia, intercede ante Dios pidiendo que no sean destruidas estas ciudades. En efecto, en una clara oración de intercesión y negociando o regateando ante Dios por los habitantes de Sodoma y Gomorra, dirá Abrahán, “¿es que vas a destruir al hombre inocente con el culpable? Lejos de ti tal cosa, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable. Lejos de ti, que eres el juez de toda la tierra. Y ¿acaso no harás justicia?” Y empieza Abrahán a negociar, a regatear con Dios y a decirle: “Si en las ciudades de Sodoma y Gomorra hay 50 hombres y mujeres justos, ¿acaso destruirás la ciudad?” Y Dios, en su misericordia, le dirá a Abrahán: “Si en toda la ciudad encuentro 50 inocentes, no la destruiré”. Pero Abrahán duda de la cifra de hombres y mujeres buenos en la ciudad y baja el número de 50 a 45 inocentes. Y el Señor le dirá en su misericordia: “En atención a esos 45 justos, no destruiré la ciudad”. Pero Abrahán sigue su negocio o regateo con Dios, y ya no habla de 50, ni de 45, sino de 40. Y Dios le dirá: “En atención a esos 40 no destruiré las ciudades”. Pero Abrahán sigue bajando el número de justos a 30, a 20, a 10 personas, solo 10. Y le dirá el Señor a Abrahán: “En atención a esos 10 justos, hombres y mujeres, no destruiré la ciudad”. Sin embargo, sabemos el destino fatal de Sodoma y Gomorra, y era tal el nivel de perversión y pecado en estas ciudades bíblicas que no hubo los 10 justos para alcanzar el perdón de estas grandes ciudades. En el fondo, esta primera lectura nos muestra el poder de la oración, de intercesión cuando oramos por terceras personas y pedimos el favor y la bendición de Dios, la protección y el perdón divino por los pecados y ante los peligros a los que se ven abocadas estas personas. Con razón el salmo litúrgico de este día, el 137, nos invita a responder como asamblea celebrante: “Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor”. En el fondo es reconocer que la única oración estéril, la única oración infecunda, es aquella que no se hace; pero que cuando pedimos con todo corazón al Señor por nuestras necesidades, Él nos escucha. Por eso entendemos mejor la línea teológica de las lecturas de hoy y pasamos al evangelio de Lucas 11 cuando los discípulos de manera espontánea y viendo a Jesús orando y quizás su rostro lleno de paz y serenidad, le dirán: “Señor, enséñanos a orar como Juan el Bautista enseñó a sus discípulos”. Y es ahí cuando Jesús enseña “la llamada oración del Señor, el Pater Noster, Padre Nuestro”, como todos lo conocemos. Pero a renglón seguido, Jesús coloca una imagen evangélica “cuando un hombre que tiene un amigo y llega a mitad de la noche y le pide panes prestados porque le ha llegado un viajero, una visita de sorpresa y el vecino le dice, no me molestes, es media noche, estamos acostados, la puerta está cerrada”. Dirá Jesús “que si el amigo no se levanta y le concede lo que pide por ser amigo, lo hará por su inoportunidad, su intensidad y en el fondo, porque busca liberarse de él”. Y enseguida Jesús nos invita “a la oración con insistencia y plena confianza en que Dios nos concede lo que conviene para nuestras almas”. Y nos invitará a esta expresión de la cual hacemos oración: “Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y se les abrirá. Porque todo el que con fe pide, recibe, el que busca encuentra, y al que llama a la puerta se le abre”. Hoy te invito a esa oración insistente y confiada al Señor. No te desanimes, no te canses, no te desesperances, no te perturbes cuando Dios no atiende tu súplica en los tiempos humanos y a la manera humana que será en el tiempo de Dios y a la manera de Dios que Él dará lo que pide y necesita tu corazón. Concluirá bellamente la imagen parabólica y evangélica de hoy, cuando Jesús dice: “Un padre que es imperfecto, si su hijo le pide un pez ¿le va a dar una serpiente?, o ¿si le pide un huevo, le dará un escorpión?” Y oigan esta belleza cuándo dirá Jesús: “Si ustedes que son imperfectos como papás saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo que es perfecto, dará el Espíritu Santo a los que le pidan?” Hoy reconoce que lo más grande, lo más grande, te lo repito, lo más grande que puedes pedir al Señor no es ganarte una lotería, que te mejoren el salario, que consigas otro empleo, que esa mujer o ese hombre se casen contigo, que puedas pasar a la universidad, que te sanes de esta enfermedad, que este alcohólico deje su problema con el licor, no. Lo más grande que puedes pedir al Señor es el Espíritu Santo, que el Padre Dios lo da a aquellos que se lo pidan. Pero me preguntarás ¿qué es el Espíritu Santo pedido en oración? Y te diré que es la vida del Padre y del Hijo, la vida divina, la vida espiritual que te dará luz, discernimiento, fortaleza, alegría, paz, esperanza, generosidad en cada uno de los momentos en que necesites el auxilio, la protección y la ayuda divinas. No te desanimes, no dejes de orar, no pienses que porque el Señor, según lo que le pediste no te lo dio en los tiempos humanos, que a veces son tiempos cortos porque vivimos llenos de impaciencias, el Señor no te escucha. Con toda confianza, con gran insistencia, con mucha humildad de corazón, ora al Padre de los cielos, así como Abrahán lo hizo por las ciudades de Sodoma y Gomorra, así como nos pide Jesús que oremos a Él con insistencia y confianza, ten la seguridad que si un padre de la tierra, un papá humano que es imperfecto pero sabe dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más nuestro Padre del cielo que sí es perfecto, sabrá darnos lo mejor, el Espíritu Divino, la vida de Dios a cada uno de nosotros que se lo pedimos. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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